Hoy, un día más, un día menos. Un día como cualquier otro, vuelve a ser viernes. Un día especial que, en circunstancias normales, suele ser de celebración por todo lo alto, de reuniones familiares, de fiesta con amigos. Momento de recordar, de hacer balance, de perdonar y agradacer. Momento de cargarnos de energía y pisar fuerte para entrar en el próximo año.
Día que se vive de maneras parecidas aunque diferentes. Día que a muchas personas, como estas fiestas en general, no les gusta (cosa que a mí no deja de sorprenderme por toda la carga que tiene en mí)
Cada día es único, mágico, irrepetible y en todos podemos crear esos pequeños rituales de conciencia que hoy cobran más fuerza pero yo tengo tres fechas en el año que son momentos claves para hacer balance: Fin de Año, mi cumpleaños y Septiembre. Todos son tiempo de mirar atrás para seguir adelante pero hoy en concreto significa mucho. Quizá es una tontería, al final la fecha es algo puramente simbólico pero quizá sea por la connotación que tienen esas fechas en mí y en mi familia, hoy es muy especial. Ni Navidad, ni los regalos, ni la cabalgata, nada iguala la emoción y sensibilidad que recorre mi cuerpo cada 31 de diciembre.
Debería ser un día rebosante de energía para empezar con fuerza, o así parece según los “gurús” del tema que nos dan diferentes rituales. Yo me he dado cuenta que me encanta y me ilusiona por todo lo que vendrá cada año, y en especial éste, pero una sensación de cansancio y melancolía me acompañan siempre en estos momentos. Supongo que es por mi búsqueda constante, ésa que me ha acompañado toda la vida para averiguar mi propósito, para encontrar mi lugar, para mirar atrás y poder sentirme orgullosa de lo conseguido por mí misma y como Susana (ni madre, ni esposa, ni hija, ni hermana, ni amiga…). Eso que nunca encontraba y me hacía sentir que se iba otro sin que nada hubiera cambiado.
Este año no es así ¡para nada! hay un antes y un después de 2021 pero supongo que tengo tan interiorizada esa emoción que se ha convertido en un anclaje.
Este año ha sido BRUTAL a muchos niveles. Tengo mucho que agradecer, también que perdonar, muchos logros en el camino y por fin sueños reales por los que trabajar. Ha sido un año muy duro y difícil, sumado además a la situación general que sufrimos todos de pandemia y lo que conlleva vivir así. Ha sido un año de tomar decisión, de soltar, de aprender que abandonar no siempre es fracasar porque muchas veces es crecer y caminar por nuevos senderos. Ha sido un año de cambiar de enfoque y aprender a priorizar, empezar a delegar también. Ha sido un año de emprender un nuevo camino que es mi pasión y convertiré en mi profesión. Ha sido el año de darle forma por fin a mi Ikigai. Ha sido un año de aprender a decir NO y decir SÍ a cosas impensables. Ha sido un año que aprender a decir las cosas claras y valorar lo que/quien suma o resta. Ha sido un año de decepción que agredezco por el aprendizaje que conlleva. Ha sido un año de retomar un sueño y luchar por él. Ha sido un año de crecer enormemente a nivel interior, a nivel comunicación… Ha sido un año cargado de proyectos y locuras que me han hecho llorar de la risa y también de lágrimas de dolor, pena y decepción. Ha sido un año de abrir los ojos pero también la mente y el corazón. Ha sido un año de entender que soy la persona más importante de mi vida y quiero, merezco y necesito cuidarme y dejarme cuidar. Ha sido el año que he pronunciado “siento que puedo conseguir todo lo que me proponga” y empezar a creer en mí.
Ha sido un año tan intenso que no soy capaz de ponerlo en palabras.
Susana Guilló - tal y como lo siento