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Por la mañana parecía otro día más de esos en los que las carreras contra el reloj son las protagonistas de la jornada. Ya se levantó con la sensación de estar cansada incluso sentirse algo vacía, era algo que ocurría siempre. Las mismas rutinas de manera autómata y pocas decisiones diferentes a las básicas de qué ropa ponerse, qué comer, qué tareas priorizar en casa, qué llevarse de desayuno al trabajo, poner gasolina antes o después de las extraescolares…Sin embargo ese día sería diferente, iba a ser consciente de algo que le daría una nueva perspectiva de vida.
Llegó la noche y con ella uno de sus momentos favoritos a pesar de sentirse mala madre por ello: el de que se acostaran los niños y sentarse en su butaca y coger el libro que estuviera leyendo en el silencio de la casa. Hacía un tiempo que priorizaba eso antes que recoger la cocina, limpiar, ordenar o cualquier otra tarea que le robara tiempo de leer. Cuando lo intentaba hacer todo generalmente obtenía el mismo resultado: estaba tan cansada y con tanto sueño que acababa posponiendo la lectura. Ya no, su tiempo y aficiones eran importantes y necesarias. Había costado y había tardado pero por fin se había dado cuenta de ello.
Esa noche una palabra del texto que tenía entre manos llamó su atención. Calma. Algo se removió en su interior. Fue consciente entonces de que la calma está infravalorada. No es un valor que la gente ponga en su lista. Es verdad que nos quejamos continuamente del estrés y el caos y queremos tranquilidad pero no buscamos calma como tal. Las listas de valores están encabezadas por amor, dinero, salud, familia, amigos, (todas estas con todas las combinaciones de orden de preferencia) y también abundan diversión, sinceridad, humildad, gratitud, respeto, compromiso, responsabilidad y alguno más. Ella misma no la había incluido hasta hacía poco sin saber muy bien qué le iba a aportar. Ahora lo sabía. Tal y como define calma la Real Academia Española, se percató de que últimamente sentía paz, tranquilidad, quietud, reposo, sosiego, placidez en su interior.
Llevaba tiempo obsesionada con otros valores que ahora aún no disfrutaba sin saber que tenía a su alcance uno de los que más necesitaba y más le estaban aportando. Quizá la calma era el motivo por el que, a pesar de muchas dificultades y renuncias, volvía a sonreír.
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Aquella tarde estaba pensando en eso que se dice de que cada final es un principio mientras decidía que también cada nuevo principio es un final. Cada decisión y cada paso que nos acerca a algo también nos aleja de otras tantas personas, momentos, situaciones. Estamos empezando continuamente aunque nunca lo hacemos de cero. A veces lo puede parecer, ella lo sentía así a menudo cuando había cambios. Creía que era inexperta pero en realidad llevaba en la mochila todo el aprendizaje acumulado del camino.
Empezó a preguntarse qué exactamente de todo eso iba a serle útil en este nuevo inicio. Aparentemente nada o muy poco aunque no le preocupaba, esta vez estaba tranquila.
La sonrisa en su cara reflejaba la extraña calma que inundaba su pecho. Alguien le había dicho que hemos venido a jugar y, aunque ya había empezado otras muchas veces, ahora había entendido el juego.
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Montones de libros apilados en cualquier lugar daban un aspecto desordenado a la estancia pero para ella era el caos más maravilloso que podía observar. Se sentó en el centro y sus ojos iban pasando de unos a otros como si estuviera viendo el tesoro más valioso del mundo, la joya más buscada por cualquier pirata. Estaban cerrados pero percibía el olor que desprendían como si estuviera pasando las hojas a gran velocidad. Había tantas historias ahí dentro… historias de ficción plasmadas en un papel pero también las historias de cada persona que las había leído.
Los libros te transportan a un mundo diferente que despierta una gama inmensa de emociones que solemos reprimir en nuestro día a día. Historias de amor de esas con las que soñamos pero nos avergüenza reconocer. Historias de guerras que separan familias y destruyen pueblos y despiertan nuestra rabia más profunda. Historias de catástrofes que arrancan lágrimas de pena y dolor mientras crece nuestra mayor admiración por la fuerza vital de los protagonistas y su lucha por vivir. Historias mágicas que nos devuelven a la infancia más tierna. Historias de superación personal ante los obstáculos de la vida cual héroe y heroína sin capa. Historias de fantasía y sueños que dibujan sonrisas en nuestro rostro. Historias de humor y aventuras que nos aportan vitalidad y energía. Historias de crímenes en las que el delincuente nos hace sufrir hasta el último minuto. Todas esas historias remueven nuestro interior y nos permite evadirnos por un instante del mundo real que nos rodea.
Seguramente cada lector tiene su propio drama: la anciana que se siente sola, la pareja que está pasando por un divorcio, la adolescente incomprendida, el niño al que hacen bulling, la mujer que tiene una depresión post-parto, el joven que ha suspendido el exámen, el hombre al que acaban de despedir, la madre agotada que no duerme, el abuelo que empieza a olvidar sus propias historias…
Todos tenemos una historia que contar que podría ayudar mucho a otros pero ella prefería refugiarse en esas páginas, algunas ya amarillas, y vivir cada día una vida diferente.
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Se le acumulaban los propósitos de Año Nuevo de cada enero. La lista iba ampliándose aunque muchos de ellos eran siempre los mismos: objetivos que nunca llegaba a cumplir. Año tras año los iba anotando con el deseo de cumplirlos y la esperanza de que esa vez lo conseguiría pero llegaba el treinta y uno de diciembre y no estaban marcados con el check correspondiente así que volvían a formar parte de otra nueva lista para el año que empezaba.
Esta vez decidió reflexionar sobre el por qué los añadía, por qué quería lograrlos y por qué nunca lo conseguía. Cogió su cuaderno de trabajo personal y bolígrafos de diferentes colores para empezar a responder las preguntas. No eran fáciles de contestar pero se dio cuenta de algo que tenían en común todos esos propósitos que acumulaba creando falsas expectativas al principio y frustración al final de esos trescientos sesenta y días en los que pensaba que tenía que conseguirlo: todos y cada uno de ellos eran objetivos muy generales y poco personales. Eran cosas de esas que se supone que todos debemos desear y cumplir para ser felices, exitosos y saludables pero ¿acaso el significado de felicidad, éxito y salud es el mismo para todo el mundo? ¿acaso todos priorizamos los mismos valores y tenemos las mismas necesidades? Entonces ¿por qué compramos los mensajes que nos venden como la solución única e infalible para nuestra vida?
Este año sería diferente, su lista únicamente sería suya. Se sentó delante de la chimenea encendida, respiró profundamente y empezó a anotar todos aquellos pasos que debía dar si quería ser la persona que deseaba y crear la vida alineada a ella.
Pre-fin de año
Me quedo absorta mirando las luces intermitentes del árbol. Mi mente va repitiendo automáticamente el patrón de cada secuencia de colores mientras pienso que ha empezado la cuenta atrás para recogerlo todo de nuevo y guardarlo en sus viejas cajas en la buhardilla durante otro año. Otro ciclo que se cierra para la decoración navideña. Una vez más ha cumplido su misión llenando nuestro salón de color y brilli brilli que adorna sueños, deseos y lo convierte todo en pura magia e ilusión.
No sé si me hago mayor, si es el estrés de la vida adulta, si todo está cambiando, si es por las abuelas que faltan o un poquito de todo junto pero parece que estos días cada vez pasan más rápido. Es como si se disfrutaran menos. Llegan de pronto casi sin tiempo de prepararlos y desaparecen cuando apenas los has podido saborear. Y otro número aparece en tu calendario. Ahora en la pantalla del smartphone, antes al arrancar la última, a veces penúltima, hoja del almanaque cuando diciembre llegaba a su fin. La melancolía me invade siempre acompañando las doce uvas y el aplauso final seguido de besos, abrazos y felicitaciones de esas personas que tanto quieres y están contigo celebrando la vida en ese instante y más de una vez alguna lagrimilla ha escapado sin control por lo que es, por lo que fue, por lo que vendrá y por todos los que estuvieron. Mañana desearé que sigamos disfrutando con nuestra mejor sonrisa como decía Mecano:
Y aunque para las uvas hay algunos nuevos
A los que ya no están echaremos de menos
Y a ver si espabilamos los que estamos vivos
Y en el año que viene nos reímos
28 de diciembre y no es una broma
No recuerda el instante exacto ni qué estaba haciendo a pesar de que hace apenas unas horas que ha pasado. De nuevo ha sentido la imperiosa necesidad de escribir. Quizá hacía ya demasiado tiempo que no se permitía ese ratito de acariciar las letras del teclado dejando salir lo que sentía, lo que soñaba, lo que pensaba o historias inventadas que se podrían convertir en libro. Un libro. Seguramente es esa presión silenciosa, esas expectativas que no quiere ver de nuevo frustradas, lo que ha hecho que se aleje de las letras. Pero lleva toda la tarde con ese run-run en la cabeza y en la boca del estómago y, a pesar de que su idea inicial era escribir cada día durante 2025, no ha podido resistir la tentación de abrir un documento en blanco sobre el que volcar esto que ahora siente nada más sentarse en su rincón favorito de la casa delante de la chimenea encendida.
Cree que retomar el hábito con microrrelatos es la mejor opción. Corto para no frustrarse ante la hoja en blanco y con un tema diferente cada día para poner a prueba su imaginación y creatividad. Eso será, 365 días y 365 relatos que la conectarán de nuevo con su vía de escape favorita.